Tratamiento de conducto (endodoncias).
A continuación os dejamos con un extracto escrito por el Dr. Pablo Koval, Médico especialista en Medicina de la Autoorganización, para reflexionar sobre los tratamientos de conducto.
"El tratamiento de conducto fue definido como: " ...la historia de cómo millones de elementos diferentes quedan atrincherados dentro de la estructura de los dientes y terminan causando el mayor número de enfermedades jamás atribuidas a una sola causa."
¿Qué es el tratamiento de conducto radicular? El objetivo del tratamiento de conducto es "salvar" a un diente que se ha infectado o muerto, en un intento para que sea funcional y quede libre de dolor. Después de raspar el interior del diente el dentista intentará desinfectarlo como así a sus canales para eliminar cualquier fuente de infección. El canal luego se llena con una combinación de cemento y gutapercha en un intento de ocluirlos completamente. Se supone que este procedimiento es para evitar que cualquier microorganismo entre en el diente ya sea a través de la corona o de la raíz. Si el objetivo de un buen tratamiento es el control del dolor, y conservar la función mecánica y estética, entonces el diente así se habrá "salvado". Si se tienen en cuenta los efectos sistémicos en el concepto de la odontología, entonces lo que debe entenderse es que todo lo que ha sucedido tras el tratamiento de conducto, es que se ha guardado tejido muerto e infectado, enterrado en el hueso, a unos 5 cm del cerebro. Por alguna oscura razón se piensa que los dientes no son una parte del cuerpo, sino que se trata de material inerte calcificado, y que de hecho son una estructura muerta de todos modos. La odontología es la única especialidad de toda la profesión médica y paramédica que considera que es una buena idea mantener tejido muerto, gangrenoso en el cuerpo. La forma de hacerlo es realizar un tratamiento de conducto.
Se supone que la única parte del diente que contiene tejido blando es el canal radicular propiamente dicho. Incluso en una publicación de la Asociación Dental Australiana se señala que "Todos los canales de la raíz del diente en cuestión deben ser tratados". Desafortunadamente los conductos radiculares son el área más pequeña del diente que contiene nervios, vasos sanguíneos y tejido conectivo. Los conductos radiculares son como la raíz principal de un árbol: una raíz principal, cientos de ramas que se desprenden de ella y que llegan hasta el límite de la raíz en toda su longitud. Es imposible tratar estos conductos accesorios. Además, la dentina no es una estructura sólida. Está conformada por túbulos que se extienden desde la superficie del conducto hasta el esmalte de la corona y hasta el cemento en la superficie de la raíz. Cada túbulo se estima que puede contener hasta ocho bacterias en su diámetro. En un diente frontal, que tiene sólo una raíz hay más de tres kilómetros de tubería. Esto equivale a miles de millones de microorganismos en un solo diente. En comparación con el volumen contenido en los conductos accesorios y en los túbulos de dentina, la cantidad de gérmenes contenidos en el conducto radicular principal es en realidad muy pequeña. No es posible eliminar el tejido blando muerto e infectado de la totalidad del diente. Cuando se tratan sólo los conductos radiculares principales queda una enorme cantidad de tejido gangrenoso infectado por microorganismos anaerobios. La sustancia dura del diente de ninguna manera se asemeja a una estructura no vital, sino que mantiene un proceso metabólico activo con la pulpa dental y el periostio dental. La cavidad pulpar y la superficie externa de la raíz están conectadas entre sí a través de canales muy finos. Están también conectados a través de fisuras mesenquimatosas y de capilares del periostio central con el sistema de canales del hueso mandibular y con sus espacios pulpares y por lo tanto con el organismo en su totalidad. Este conocimiento ha refutado el concepto, que ha existido por décadas, acerca de que el diente, tras la eliminación de la pulpa y del sellado de la cavidad, se convertía en una estructura aislada no vital que perdía sus transacciones de intercambio con el resto del organismo. Incluso la conservación más perfecta sólo llegará a cubrir el tronco intermediario más vertical del sistema de conductos radiculares. De ninguna manera va a llegar a las ramas laterales ni a los numerosos canalículos dentales que salen a partir del canal de la raíz. Incluso después de la preparación más precisa del canal de la raíz, siempre quedarán proteínas en las áreas adyacentes. Generalmente estas proteínas están infectadas y desnaturalizadas por la acción de los materiales de relleno, lo cual da lugar a la formación de productos tóxicos.
Se demostró, que los canalículos dentales exhiben una exuberante flora bacteriana. Las toxinas por descomposición producidas por estos microbios, tras el relleno de la raíz dental, ya no pueden salir hacia la cavidad oral. Sólo pueden escurrirse a través de la conexión cruzada y de las ramas no selladas del canal de la raíz, y finalmente, llegan a los espacios pulpares del hueso mandibular y de ahí a través de los sistemas fluyentes del organismo. Debido a los procedimientos de desvitalización y de conservación, el diente se convierte en una "fábrica de toxina " que daña continuamente al organismo.
La mayoría de las autoridades odontológicas aducen que el sistema inmunológico corporal se hará cargo de lo que sobra. Esta es una suposición basada en la fantasía. Si el suministro de sangre del diente se ha eliminado (que es lo que sucede cuando el conducto radicular se 'limpia'), las células del sistema inmunológico no pueden llegar a ese sitio. A menudo, durante o antes de iniciar el tratamiento de conducto radicular, el dentista administra antibióticos. Esto puede asociarse con una rápida reducción del dolor. Desafortunadamente, tanto el dentista como el paciente asumen que la infección fue erradicada. El dolor desaparece porque se produce una reducción en la presión de todo el extremo de la raíz. Los antibióticos no tienen efecto sobre los microorganismos que se encuentran dentro del diente que son la fuente original y continuada de microorganismos y sus toxinas.
Es imposible esterilizar los canales. Los medicamentos y antibióticos utilizados no penetran en los túbulos dentinarios. Las bacterias que penetran en los canales y túbulos suelen ser del tipo "aeróbico" encontrado en la boca. Sin embargo, las bacterias, levaduras y otros organismos que entran en el diente no mueren cuando el suministro de oxígeno se reduce (hecho que sucede en el interior del sistema de conductos radiculares). Sufren lo que se llama cambio pleomórfico y se convierten en bacterias anaeróbicas. Literalmente cambian la forma y se convierten en bacterias que no necesitan oxígeno para vivir. Se sabe ahora que los dientes muertos están por lo general altamente infectados con bacterias anaerobias gram negativas. Poblaciones de conductos radiculares infectados durante prolongados periodos contienen una mezcla de anaerobios estrictos. La inflamación periapical crónica de bajo grado es la consecuencia que puede mantenerse durante años. Otros organismos como levaduras, hongos y "formas de pared celular deficiente" también habitan este tejido. Los dientes muertos se convierten así en un foco de infección que puede causar numerosos estados de enfermedad en todo el cuerpo. Las bacterias anaerobias producen toxinas neurológicas y hemolíticas sumamente potentes. Una verdadera "fábrica de toxinas".
El alivio del dolor local tras la endodoncia puede constituir lo que probablemente es una de las mayores paradojas y uno de los errores de diagnóstico más costosos en cuanto a pérdida de la salud que existen en la práctica médica y odontológica. La ausencia de reacción local y la consiguiente destrucción por los productos de la infección, les permite a bacterias y toxinas pasar al resto del cuerpo irritando y dañando los tejidos más susceptibles del paciente. La falta de dolor en torno al diente adquiere el significado de una terapia de conducto exitosa. Desafortunadamente no permite descartar la posibilidad de severos efectos a distancia.
Se ha demostrado la relación de disfunción metabólica con enfermedades dentales. Así como el transporte de todos los materiales, microorganismos y sus toxinas directamente desde el diente hacia el cerebro a través de la sangre y a lo largo de fibras nerviosas. Muchos otros artículos de investigación han demostrado que lo que se pone en un diente puede ser transportado al resto del organismo. Un tratamiento de conducto que no establece un foco, no existe.
Para el concepto neurofocal las áreas de tejido muerto, el tejido cicatrizal, cuerpos extraños, tejido quístico y el tejido infectado pueden interferir con el sistema de regulación del organismo. Llamaron a estas áreas "focos de interferencia neural". El "foco" es definido por Pichinger y Kellner como una alteración localizada crónica en el tejido conectivo, que puede causar las reacciones más diversas fuera de su ambiente inmediato y, por consiguiente se encuentra en una relación activa permanente con el sistema inmune local y general. Cualquier inflamación crónica, cualquier cicatriz, cualquier cambio degenerativo o cualquier otra alteración pueden, obviamente, satisfacer esta condición. El foco está incluido en el tejido basal mesenquimatoso y de esa manera está en contacto directo con el sistema sanguíneo capilar, con los vasos linfáticos y con el sistema neurovegetativo. Esto establece conexión con todo el organismo. El campo de interferencia neural crea un desequilibrio en los mecanismos de regulación del cuerpo, lo cual incluye el fluido tisular en torno a todas las células del cuerpo. Dientes muertos e infectados cumplen con todos los requisitos para convertirse en focos primarios de interferencia neural. El desequilibrio en el sistema de regulación puede entonces crear o bien potenciar estados de enfermedad en otras partes del cuerpo, remotas respecto del foco original. La boca y los dientes son una fuente primaria de infección focal y de campos de interferencia neural. En ninguna otra parte del cuerpo se deja tejido muerto de forma rutinaria. Lo único que parece diferenciar las reacciones individuales es el estado del sistema inmunitario de la persona y factores genéticos. Por consiguiente otros factores que pueden reducir la función inmunológica permitirán una reacción más intensa frente a dientes no vitales, (por ejemplo mercurio de las amalgamas dentales pueden tener un efecto directo y perjudicial sobre el sistema inmune)".